Después de la tormenta siempre llega la calma: Mi experiencia como estudiante en prácticas

Hogar de tardes Mamá Margarita

Hola a todas y a todos, soy Carmen, estudiante en prácticas en el Hogar de Tardes Mamá Margarita y a continuación os voy a contar mis percepciones acerca de lo que he vivido personalmente durante la Escuela de Verano en tiempos de una pandemia mundial.

Dicen que después de la tormenta siempre llega la calma, en esa calma hay veces que la naturaleza nos asombra con un bonito arcoíris, cuando los rayos de sol atraviesan las pequeñas gotas de agua contenidas en la atmósfera terrestre. Desde mi experiencia durante estas semanas, esos rayos de sol que atraviesan las gotas de agua causadas por largas horas de tormenta son todos y cada uno de los momentos vividos durante la escuela de verano en el Hogar de Tardes Mamá Margarita, los cuales nos recuerdan que todo, antes o después, mejorará.

Tras unos largos y duros meses de confinamiento, por fin la tormenta parece haberse ido y los primeros rayos de sol comienzan a salir. En el hogar volvemos a vernos y aunque no podemos abrazarnos ni besarnos, lo hacemos con nuestra mirada que se cruza con la de los niños y las niñas constantemente, llena de ilusión y felicidad. Volvemos a escuchar risas, volvemos a cantar, bailar, jugar, trabajar en equipo, volvemos a la rutina y, sobre todo, volvemos a nuestro hogar, tan cálido, seguro y protegido como siempre.

Cada mañana los niños y las niñas entraban al hogar atravesando un arco hecho de hojas naturales, el cual conducía a un espacio de protección y seguridad. Para comenzar realizábamos un círculo de apertura que nos preparaba para activar nuestro pensar con una frase sobre la que reflexionar, continuábamos con una canción para activar nuestro sentir y finalizábamos con un ritmo para activar nuestra voluntad. De esta manera, todos y todas estábamos preparados para realizar los diferentes talleres de arte, movimiento, ritmo y creatividad programados, tras largas horas de trabajo por parte de las educadoras. Toda la escuela de verano ha seguido un hilo conductor basado en las tribus y en un cuento africano, titulado “Ubuntu” que nos viene a dejar la enseñanza de que “yo soy porque nosotros somos”. Por medio de este hilo, en la escuela de verano hemos aprendido muchos valores, entre ellos, la importancia de la cooperación con los demás para alcanzar nuestras metas, de la unión con el resto para sentirnos seguros y protegidos, así como del respeto mutuo para poder convivir en un entorno pacífico y armónico.

Desde mi perspectiva, la escuela de verano ha permitido atender a las necesidades individuales y colectivas que tenían los niños y las niñas, también ha creado un espacio de escucha, de reflexión, de acompañamiento durante el proceso de estabilización interna y reconexión, así como de cuidado.

Durante estas semanas y como siempre en el hogar se respiraba amor, cariño, serenidad, estabilidad, confianza, convivencia y, sobre todo, el ambiente creado nos brindaba la oportunidad de volver a empezar. Esta escuela de verano me ha enseñado muchas cosas, pero, sobre todo, que juntos podemos alcanzar grandes logros y superar todas las piedras que se pongan en nuestro camino. Todas y cada una de las personas involucradas en este proyecto son una pieza clave del puzle que forma esta pequeña tribu llamada “Ubuntu”. Sin extenderme más, me gustaría dar mi enhorabuena a todo el equipo y, en concreto, a las educadoras por la gran labor social y humanitaria que lleváis a cabo.

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