Otras historias reales

Al igual que Izabela, Caridad e Ilyass en el Hogar de Tardes Mamá Margarita todas las personas que forman parte de esta familia tienen una historia que merece la pena ser contada.

A continuación se pueden leer resúmenes y extractos de algunas de esas historias que ponen en valor el esfuerzo y la superación de niños y familias, así como la labor de educadoras, voluntarios y colaboradores.

  • He sido el responsable de acción social de la Hermandad del Cristo del Amor durante muchos años y por eso  llevo formando parte del grupo de apoyo desde sus comienzos. Cuando el HTMM nació, se vio necesario que existiera un grupo de personas que trabajara por y para los niños y niñas de manera indirecta. Que diera respuesta a las necesidades del proyecto que se escapaban de los presupuestos formales. La hermandad quiso formar parte de ese grupo desde el principio y yo me he sentido siempre orgulloso de ser su enlace.

    La implicación con la mejora de la sociedad la mamé en mi casa desde pequeño. Yo veía como mi madre, Pilar Albornoz, cuando era joven, acogía en su casa a niñas para enseñarles a coser y que tuvieran un mejor futuro. Algunas de las que acogía eran niñas “de las que no quería nadie”. A ella le hubiera gustado ser maestra, pero no la dejaron estudiar. Casi sin quererlo, lo había logrado.

    Mi madre me contó muchas veces de pequeño una historia que marcó mi vida: Mi hermano y yo, cuando éramos pequeños, estábamos en un colegio privado en el que había que pagar, ya que mi madre consideraba que allí nos darían una mejor educación. Pero como mi madre era costurera y mi padre agricultor, no teníamos muchos recursos, así que un día fue a preguntarle al director si le podía hacer una rebaja por tener a dos hijos. El cura le dijo: “señora, aquí el que no tiene coche va en moto, el que no, en bici y el que no tiene ni eso, no va a ningún lado”. Ella se quedó muy impresionada con la respuesta, pero atinó a contestar: “En mi familia no tenemos ni coche, ni moto ni bici, pero tenemos dos buenas piernas y un  mulo para ir a trabajar e intentar que a mis hijos no les falte de nada. No se preocupe usted, que conseguiré el dinero como sea”. Acto seguido se dio la vuelta y se fue llorando a su casa a pensar cómo lo iba a solucionar. Esa historia, contada tantas veces a sus hijos y nietos ha hecho que todos en la familia, tengamos una sensibilidad especial hacia los más desfavorecidos y sintamos la necesidad de ayudar a los niños y niñas para que disfruten de sus derechos, a pesar de no tener los recursos necesarios.

    Luis Ruz

    Miembro del grupo de apoyo

  • Hace unos años, trabajaba de profesor en un colegio de Montilla. Allí conocí a unos hermanos que estaban “muy perdidos”,  con muchas dificultades para sentirse incluidos (falta de higiene, falta de asistencia al colegio, gran desfase curricular, no llevaban material escolar, no hacían la tarea, no trabajaban en clase, apenas se relacionaban con los compañeros, sus padres no asistían a las reuniones, muchas veces iban sin desayuno… ). Yo  pensaba que estos niños pronto serían absentistas y no terminarían los estudios de secundaria obligatoria. Pero comenzaron a  ir al HTMM. Yo dejé el colegio y pasé  a trabajar en un instituto, por lo que perdí el contacto con ellos.  Es una alegría ver como una  está  ya  apunto de terminar secundaria con muy buenos resultados y los demás van en camino. Aún siguen teniendo  algunas dificultades, pero van sacando el curso, no faltan, están motivados, se les ve contentos, se relacionan con los compañeros, tienen amigos, su imagen ha mejorado mucho…  Aquí se ve la gran labor  que se hace en el HTMM. Sin este apoyo, estos niños no hubieran conseguido llegar donde están. Pero aun lo necesitan durante mucho tiempo, hasta que alcancen sus metas.

    José Antonio de la Torre

    Maestro y patrono de la FSU

  • Desde que era pequeño, he visto cómo mis padres y mis abuelos siempre han intentado ayudar con el pan a aquellos que lo han necesitado, a familias que no podían pagar y que pasaban el hambre de la posguerra.

    Cuando hace 7 años nos propusieron colaborar dos días por semana dando el pan de las meriendas, no nos lo pensamos dos veces, era como una costumbre familiar.

    Colaborando con el HTMM sabes que el beneficio es inmediato. Sabes que los niños y niñas van a poder merendar e incluso cenar. Te fías porque sabes que lo que aportas va a donde tiene que ir.

    Javi Mora

    Panadero montillano

  • Soy madre de dos niñas del HTMM. Cuando ella era pequeña vivía en el Sector Sur de Córdoba. Allí veía cómo trabajaban algunas asociaciones con los niños y niñas del barrio. Yo era una de esas niñas. Me gustaba tanto lo que hacían, que incluso me hice voluntaria cuando fui mayor.

    Cuando me enteré de que existía el HTMM, me recordó mucho a mi infancia. Quería que mis hijas recibieran no solamente el seguimiento académico que necesitaban y que hasta ahora estaban recibiendo en su colegio, sino una formación más integral, valores que luego utilizarán para ser más felices en su vida.

    Me siento orgullosa de los resultados obtenidos. Además, siempre he encontrado en las educadoras del HTMM un gran apoyo y mis hijas están recibiendo todo lo que yo esperaba. No puedo pedir más…

    Rocío Pérez

    Madre de niñas del HTMM

  • Cuando conocí el proyecto del Hogar de Tardes Mamá Margarita, en sus comienzos, me vinieron a la cabeza la cantidad de niñas que habían pasado por el Hogar para niñas que provenían de familias con menos recursos o bien que sus familias no podían atender, que había en el colegio dónde yo estudié.

    Cuando veo a muchas de esas niñas, hoy mujeres, pienso en la importancia del Hogar en sus vidas.

    Colaboro como voluntaria en el Grupo de apoyo del Hogar de Tardes, porque sé que la labor que hace el Hogar será muy importante en la vida de esos niños y niñas.

    Todos los niños tienen derecho a tener las mismas oportunidades y  merece la pena aportar mi grano de arena para que esto sea posible y entre todos podamos darles la oportunidad de conocer otros caminos que por su realidad no habrían podido conocer.

    Carmen Raigón

    Miembro del grupo de apoyo

  • He sido voluntario del proyecto desde su primer día. Me encargué durante 7 años del transporte de ida y vuelta de los niños y niñas que vivían más lejos del HTMM.

    Antes le tenía mucho “respeto” a la población inmigrante, ahora, mi percepción y manera de ver la vida ha cambiado, ellos me han cambiado.

    Los niños me decían que yo era mucho más que un chófer. Utilizaba el momento de transporte de manera educativa: Repasábamos las tablas, aprendíamos educación vial, hablábamos de nuestros problemas. La recompensa al buen comportamiento era poner una de sus canciones favoritas y cantarla todos juntos.

    Tras 7 años de transporte diario y de compartir muchos momentos inolvidables, tuve que dejar de ser voluntario por motivos personales, pero nunca dejaré de estar implicado en un proyecto que, sin duda, me ha dado más de lo que le he dado yo.

    Pedro Reina

    Ex-voluntario del HTMM

  • Entró al HTMM cuando estaba en tercero de primaria junto con dos amigos de su barrio. Era un niño que no dejaba de sonreír desde que la furgoneta lo recogía hasta que lo llevaba de vuelta a su casa. No falta ni una tarde y estaba tan contento de asistir al HTMM que cada día se despedía gritando un “seño te quieroooo” por todo su barrio, sin importar lo que pensaran de él. Este niño tenía una pérdida de audición importante y usaba audífonos en sus dos oídos. Los usaba o, al menos, debía usarlos. Para cada audífono necesitaba una pila nueva cada tres días y como su familia no se lo podía permitir, había días que oía y días que no. Esto repercutía gravemente en su desempeño académico e incluso en sus relaciones con compañeros y amigos. Por tanto, el nivel académico con el que se incorpora es muy bajo, aunque desde el principio muestra ganas de aprender, una gran responsabilidad y mucha constancia. Desde el primer momento la coordinación con su centro educativo es muy estrecha. Todos queríamos ayudarle a que se fuera superando. Por otra parte el grupo de apoyo del HTMM consigue un donante para que al menor nunca le falten las pilas para su audífono. Una educadora se hace cargo de acompañar a la familia en su seguimiento médico y les acompaña a todas las revisiones. Se crea un vínculo muy importante con la familia, que ven en las educadoras del HTMM a personas que no solo cuidan del rendimiento académico de su hijo, sino que se preocupan por su salud, por su bienestar, por su crecimiento personal. Llegado el momento, el menor necesita un nuevo audífono, solo uno, porque por el otro oído ya no oye nada. El que recetaban en la seguridad social, además de ser grande y feo (algo que a un adolescente presumido no le gusta nada), no tiene la suficiente potencia como para oír bien con solo un oído. Por lo tanto, se gestiona a través de la donación de particulares y la colaboración de una ortopedia un nuevo audífono, más potente y pequeño que el que cubre la seguridad social.  Se le acompaña a múltiples visitas al hospital, hasta que cierto día se le detecta una enfermedad grave en el oído por el que no oye. Esta debe ser controlada rápidamente porque las consecuencias pueden ser muy graves. En un futuro, deberá ser operada (mientras más tarde mejor). Su educadora acompaña a la familia y al menor en todo este proceso tan preocupante.

    Mientras tanto el trabajo diario en el HTMM no cesa y el menor poco a poco mejora su rendimiento académico y supera la primaria. Al comenzar la secundaría el trabajo coordinado con su instituto para que siga mejorando, no se desmotive y no abandone los estudios es aún más intenso que en primaria. En el HTMM cada tarde comienza o acaba con una “charla de motivación”.

    El trabajo personal e individualizado con el menor es casi diario durante años. Hoy día es un adolescente educado, respetuoso y que lucha contra las contradicciones que encuentra en su entorno. Quiere tener un futuro mejor y trabaja para conseguirlo.

    F.

    Niño del HTMM