Julián Ignacio Moreno Quesada « Ser voluntario es una experiencia muy gratificante´´
Julián Ignacio Moreno Quesada es un profesor de matemáticas, jubilado del I.E.S. Inca Garcilaso, emblemático para todo Montilla, ya que ha dado clase a muchas y muchos de nosotras, generación tras generación. Toda una eminencia por su sabiduría y experiencia después de tantos años, esas ganas de enseñar que no ha perdido en ningún momento, y por la gran persona que es, amable y simpática.
Este año hemos tenido la gran suerte, de poder seguir disfrutando de sus enseñanza y compañía en el Hogar de tardes mamá Margarita con su voluntariado. Los niños y niñas están muy felices de tener esta gran ayuda y nosotras más aún.
Os dejamos el testimonio del propia Julián, sobre su comienzo de voluntariado en el HTMM.
Ser voluntario, una experiencia muy gratificante
Participar como voluntario en el Hogar de tardes “Mamá Margarita”, que forma parte de los programas y proyectos de la Fundación Social Universal, ha sido una de las mejores sorpresas que he tenido, y que no imaginaba, en esta nueva etapa de mi vida, que comencé allá por septiembre de 2021 y que espero, transcurra de manera jubilosa durante mucho tiempo.
Todos los martes acudo a este lugar de encuentro, enseñanzas y convivencia de 5 a 6’30 de la tarde, y todas las semanas espero impacientemente a que llegue esta tarde
Ser voluntario, haciendo de profe de matemáticas en el Hogar de tardes, ha resultado ser una de las experiencias más gratificantes de mi vida y desde luego, si yo he aportado con mi actividad en el Hogar, ganas e ilusión, he recibido de mis alumnos -de por las tardes- y de las personas que trabajan en el Hogar, infinitamente más en proporción, de lo que yo haya podido aportar.
He trabajado como profe de matemáticas durante 35 años. Y hace ya unos años tuve conocimiento de una iniciativa relacionada con esta actividad a través de una muy buena alumna que se llama Miriam. Cuando llegó septiembre y me jubilé, pensé que había llegado el momento de participar como profe voluntario y me puse en contacto con la Fundación Social a través de su página web. Y desde aquí realicé mi solicitud de participación como voluntario en el Hogar de Tardes Mamá Margarita.
En el fondo, era un poco pesimista. Una de las sorpresas menos agradables de jubilarse como profesor, es que tienes la sensación de haber perdido tu “cartera profesional” que llevabas siempre contigo. Pensaba que se me había pasado el tiempo de seguir enseñando y en consecuencia, no tenías muchas esperanzas de que respondieran a mi solicitud o si lo hacían, sería para que la rechazaran amablemente. ¡Y comenzaron las sorpresas!
Se pusieron en contacto telefónico conmigo muy pronto. Recuerdo que fue Clara la que llamó y su amabilidad y ganas de que participara en este proyecto me llamaron la atención. Y me alegró muchísimo. Bueno, un chute de autoestima nunca viene mal y sobre todo en épocas de tu vida en que todo está reajustándose. Me reuní con Clara en el Hogar. Me explicó el programa, las posibles actividades con las que podía ser útil, fijamos el horario de participación que ella me aconsejó y que a mí me pareció bien (en realidad me parecía bien todo lo que me proponía), formalizamos unos documentos necesarios y salí a la calle muy contento. Respiré profundamente, miré al cielo, me pareció una tarde radiante y tenía la sensación de que me había tocado un reintegro de la lotería (uno nunca aspira a que le toque un décimo).
Y Comencé mi primer martes de clases. Conocí a Rocío, que me presentó a las tres alumnas del aula de secundaria y me planteó la posibilidad de ayudar al profe de primaria Juan Antonio, con alguno de sus alumnos. Allí estaba de nuevo ejerciendo de profe de mates. Era ilusionante y volvía a tener esos nervios en el estómago, que sentimos todos los docentes cuando se inicia un nuevo curso y se conocen a tus nuevos alumnos.
Había una diferencia ostensible que no se me pasaba por alto. Como profe era la primera vez que yo iba a “clase” y no tenía planificado mi trabajo, no sabía que iba a tener que explicar y no había programado ninguna actividad. ¡Claro!, mi papel era diferente. Yo no estaba para explicar a estas chicas, que iban al centro por las tardes a realizar las tareas programadas en sus institutos respectivos. Las explicaciones y los contenidos ya se los daban sus profes de matemáticas. Yo tenía que hacer otra cosa. No sabía qué, pero no me desagradaba la incertidumbre. Así que, una vez presentados, les pregunté qué necesitaban y me mostraban sus ejercicios, aquellas cosas que no terminaban de comprender y que no les permitía terminar un problema o un ejercicio. …, no tardaron mucho tiempo en sincerarse y decirme lo poco que le gustaban las matemáticas.
Nada nuevo, que no sepamos los profes de mates (a ver si conseguimos que cambie). Me gustó darles la palabra y una tiza para ir juntos a la pizarra. De manera que ellas me decían que pensaba que se podía hacer, y se ponían manos a la obra, en este caso, tiza en mano. Esto de salir a la pizarra con un profesor, con una tiza y que el que escriba sea el alumno debió de parecerles interesante…… a mí también.
Después de las primeras semanas tenía claro cuál era mi papel con ellos y de qué forma podía hacer eficaz mi participación Mi actividad en el hogar consiste en ayudar, animar y acompañar en la realización de actividades de matemáticas, a muchachas que estudian secundaria y colaborar ocasionalmente con alumnos en el aula de primaria. Finalmente, enseñar que el error y la equivocación no son un fracaso si no una nueva oportunidad de éxito, han sido los pilares de mi actividad con estos chicos y chicas.
Participar con los alumnos de primaria en el aula de Juan Antonio, me ha permitido conocer un aula agradable, bien organizada y donde la educación emocional siempre está presente. Mi trabajo con los alumnos de primaria, al principio de manera excepcional, después de manera algo más habitual me ha deparado sorpresas muy agradables: una tarde después de estar con uno de estos alumnos, al pasar el profe un termómetro emocional para que los niños valorasen su actividad de la tarde, este muchacho respondió que se sentía muy agradecido. Para mí esta respuesta fue una recompensa de valor incalculable que siempre voy a recordar. Otro día una alumna de primaria se acercó para decirme que el examen de mates le había ido muy bien, después de que yo le hubiera estado ayudando en su preparación. Me pareció genial por la emoción y el sentimiento de agrado con que me transmitió la noticia. Pocas veces había sentido tanto agradecimiento por parte de una alumna. Y para terminar con este anecdotario emocional, en la semana santa pasada, me encontraba viendo la procesión de la Cena en el parque de los monos, cuando se me acerco un chico por detrás y me saludo con “hola maestro” adornado con una sonrisa que atravesaba su cara y un brillo inmenso en sus ojos. ¡Madre mía!, pocas veces antes me había sentido maestro con tanto orgullo de serlo gracias a un alumno de primaria, que conocía desde sólo hacía cuatro meses, y las poquitas estrellas que poblaban el cielo encapotado de esa noche me perecieron que brillaron como nunca.
Asistir cada martes por la tarde, al Hogar de tardes Mamá Margarita, es uno de los mejores regalos de jubilación que haya podido tener. Durante mi asistencia he podido comprobar que las actividades que se realizan en este lugar lo convierten en mucho más que un centro de enseñanza y apoyo al estudio. Se atienden necesidades básicas de los niños y niñas, se cuida de su formación intelectual, emocional, se refuerzan sus habilidades sociales y se juega y se convive. La decoración del centro, sus carteles la organización de los espacios, son una invitación constante a la superación, mejora de la autoestima personal y mejora de la resiliencia, termino tan de moda en nuestra actualidad social y política. El trato entre los alumnos, el trato entre las personas que allí realizan su actividad y el trato de los alumnos con los profesionales y voluntarios que como yo acuden a este lugar es siempre atento y educado. En resumen en el Hogar de tardes se aprende a conocer, se aprende hacer, se aprender a ser y se aprender a convivir.
No puedo menos que sentirme orgulloso y afortunado de poder participar, en el desarrollo de este programa que atiende y apuesta por los niños y niñas de Montilla cuyas situaciones de vida y justicia social son desfavorables, que apuesta decididamente por favorecer el desarrollo académico, afectivo, social y físico de estos chicos y chicas. Estoy convencido de que el Hogar de tardes Mamá Margarita, está abriendo caminos que harán posible que estos chicos y niños, crezcan felices y se respeten sus derechos.
-Julián Ignacio Moreno Quesada-
Voluntario HTMM
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